LA RETIRADA
Precisamente ahora que estamos todos reunidos tengo la imperiosa necesidad de sentarme a escribir. Cuando más podría disfrutar de la compañía de toda la familia, cuando, en directo, podría mostrar mis dotes de narrador , quizás conquistar a esa prima de Manuel que parece que me mira con ojitos, cuando, en definitiva, tendría la posibilidad de sentir la vida en ebullición, va y me viene este ataque de misantropía. Lo que para algunos es un don divino, para mí resulta una penitencia, qué digo una penitencia, esto supone una condena: incapacidad de disfrutar de la compañía ajena, ensimismamiento continuo, tendencia a estar colgado de una nube, predisposición a parecer un loco despistado… estos son solo algunos de los inconvenientes que acarrea esto de, en lugar de vivirla, dedicarse a analizar la vida.
Ni que decir tiene que no pienso confesar cuál es mi intención: nunca comprenderían que los dejara por una actividad consistente en estar sentado delante de una pantalla de ordenador vacío de contenido. Tendré que empezar a poner cara de que me duele la cabeza, creo que mi mujer ya sospecha que de un momento me voy a batir en retirada, vislumbro la contrariedad dibujada en esa mueca que le hace apretar la boca: lo siento, mi amor, una vez más tendrás que comprender y disculparme, esta amante continua que al principio mejoró nuestra vida conyugal (siempre te gustó que escribiera y más que publicara y, así ser la envidia de tus amigas), sientes que, ahora, está acabando con lo nuestro; quizás tengas razón, necesito pensarlo y escribirlo.
- ¿Qué te pasa Luis, te encuentras mal?
- Ya sabes, la cabeza, voy a descansar un rato, luego vuelvo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario